Una farsa sobre zapallos en un acto
RODRIGO está en su garita, con uniforme de la empresa de seguridad, aburrido, leyendo el diario. Entra taciturno GASTÓN con sombrero y gabardina, camina sin detenerse de una punta a la otra.
RODRIGO. –Buenas noches.
GASTÓN. –Como le va.
RODRIGO. –Bien, ¿Y a usted?
GASTÓN no contesta y sigue caminando sin darle bola hasta salir. RODRIGO hace un gesto de “y bueh” y vuelve a leer. Pasan unos segundos y entra ROXANA, disimuladamente, vestida de calle. Se acerca a RODRIGO.
ROXANA. -¿Qué habló con aquel hombre?
RODRIGO. –(se sobresalta) ¡Ah! ¿Qué hombre?
ROXANA. –El de recién. El que pasó caminando.
RODRIGO. -¿Aquel? Nada.
ROXANA. –(Inquisitiva) ¿Nada?
RODRIGO. –Lo saludé, le dije buenas noches.
ROXANA. –¿Y él que dijo?
RODRIGO. -Como le va.
ROXANA. -¿Y qué le contestó?
RODRIGO. -Bien, ¿Y usted?
(Pausa. Se miran)
ROXANA. -¿Y entonces?
RODRIGO. -Nada. No dijo nada. Siguió caminando y dobló en Anchorena.
ROXANA. –(Va a ver) ¿Y eso no le pareció sospechoso?
RODRIGO. -No… Oiga, ¿Y usted quién es?
ROXANA. –(Sonríe y vuelve) Ah, perdón. No me presenté. Roxana, de la verdulería de acá a la vuelta. (le da la mano) Como le va.
RODRIGO. -Bien, ¿Y usted?
ROXANA. –(Otra vez inquisitiva) ¿Ha visto a alguna otra persona sospechosa pasando por acá?
RODRIGO. -No, solo a usted. Dígame, ¿Qué hace buscando personas sospechosas a esta hora de la madrugada?
(Pausa clave)
ROXANA. -Estoy esperando un cargamento de zapallos.
RODRIGO. -¿De zapallos?
ROXANA. -Sí, zapallos. Ahora empieza la temporada. Termina el verano, la cáscara se endurece y ya están listos para cosechar.
RODRIGO. -Mire usted.
ROXANA. -No lo tome a la ligera. No se imagine lo que cotiza un buen zapallo en el mercado negro.
RODRIGO. -¿Qué mercado negro? No me diga que la gente se droga con semillas de zapallos. Hoy en día, ya no me sorprende nada.
ROXANA. -¿Eh? No. Los usan para hacer tartas. O Puré o zapallo relleno. O los cortan en rodajas y los meten al horno con un poco de queso mantecoso…
RODRIGO. -Basta por favor, que me está dando hambre.
ROXANA. -¡Ah! ¿Vio? Hagamos esto. Ayúdeme a mantener vigilada la zona y cuando llegue el cargamento le regalo un zapallo.
RODRIGO. -¿Qué tiene, miedo de que se los roben?
ROXANA. –(muy seria) ¿No conoce la leyenda del… Ladrón de Zapallos?
RODRIGO. -No.
ROXANA. – Era una vieja leyenda de mi pueblo. Es un pueblo muy chico, no creo que lo conozca. Pero como vivíamos del cultivo de los zapallos ahí todo giraba alrededor de los zapallos. Día del zapallo, fiesta nacional del zapallo, museo del zapallo. En el colegio cuando hacíamos el juramento a la bandera nos hacían jurarle también al Zapallo. ¿Sabe como le decían los mayores al zapallo?
RODRIGO. -No, ¿Cómo?
ROXANA. -Oro naranja.
RODRIGO. -¿Está segura que usted no espera un cargamento de drogas? Digo, con esto del oro naranja, la gente sospechosa, el hecho de que son las tres de la mañana en una esquina oscura…
ROXANA. -¿Por quién me toma? ¡Váyase a freír zapallos!
RODRIGO. -Perdóneme, no quise ofenderla.
ROXANA. –(sonríe) Era una broma. Váyase a freír zapallos es un dicho de mi pueblo.
RODRIGO. -¿Los zapallos se comen fritos?
ROXANA. -Bueno, como la mayoría de las veces solo había zapallos para comer teníamos que ponernos creativos. En realidad fritos no quedan tan bien, como grasosos ¿vio? Y por supuesto cuando se fríen pierden muchas de sus propiedades, vitaminas y minerales. Por eso estaba medio mal visto en mi pueblo.
RODRIGO. -¿Entonces cuando querían mandar a alguien a la mismísima todos decían “Váyase a freír zapallos”?
ROXANA. -Sí, todos menos mi abuela inglesa.
RODRIGO. -¿Y ella que decía?
ROXANA. -Váyase a freir scones.
RODRIGO. -Al final no me dijo nada del Ladrón de Zapallos.
ROXANA. -Los mayores decían que si te portabas mal, de noche venía el Ladrón de Zapallos del otro lado del río y bueno… ya se imaginará.
RODRIGO. -Te cortaba los frenos del auto. ¿Y que había del otro lado del río, la tierra de este legendario Ladrón de Zapallos?
ROXANA. -El pueblo de al lado. Siempre envidiaron nuestros zapallos.
RODRIGO. -Ah, ya entiendo. Competían a ver quien cultivaba los mejores zapallos. Seguro que a los chicos del otro pueblo les decían lo mismo que a ustedes. Y que ustedes les envidiaban los zapallos a ellos.
ROXANA. -No había nada que envidiar, ellos cultivaban nada más que (despectiva) repollos. Ese era el origen de muchos conflictos entre nosotros.
RODRIGO. -¿Por ejemplo?
ROXANA. -Los chicos de los dos pueblos iban siempre a jugar al río. Nos veíamos en las orillas opuestas y nos gritábamos cosas.
RODRIGO. -¡Eh, cara de repollo! ¡Zapallero!
ROXANA. -Claro. Esos chicos eran muy tontos. Les decían que la cigüeña dejaba a los bebés adentro de un repollo y ellos se lo creían. ¿Se imagina? A nosotros nos decían la verdad.
RODRIGO. -Que los bebés vienen de los zapallos.
ROXANA. -Sí
RODRIGO. -¿Y en su pueblo no comían repollos?
ROXANA. -Ay, no. Hacen mal, peor que los zapallos fritos.
RODRIGO. -“Váyase a freir repollos” podría haber sido del dicho del pueblo.
ROXANA. -Es que mejor ni nombrarlos mucho. Comer … Erres… hacen que pasen cosas raras.
RODRIGO. -¿Cosas raras?
ROXANA. -Sí. Una vez, una chica que nombraron Reina del Zapallo, quiso probar uno. Decía que no podía ser que estemos tan enfrentados con los del otro pueblo, que era estúpido, que éramos hermanos. Así que fue al pueblo de al lado a comerse un… R…
RODRIGO. -¿Y qué pasó?
ROXANA. -Volvió embarazada.
RODRIGO. -Bien por la amistad entre los pueblos. ¿Ve? Quizás más gente debería comerse un buen R. El mundo sería un lugar mejor.
ROXANA. -¡No! ¡Fue una vergüenza! La echaron del pueblo.
RODRIGO. -A ver, a ver, a ver ¿Usted me está diciendo que echaron del pueblo de los zapallos a la mismísima Reina del Zapallo?
ROXANA. -Era por el honor del zapallo.
RODRIGO. -Mhm, no se si me está cayendo tan bien la gente del zapallo ahora. Me parecen muy prejuiciosos.
ROXANA. -¿Más que los porteños? Yo le estoy contando historias de mi pueblo, de mi infancia, para que entienda nuestras costumbres y usted se burla de mí.
RODRIGO. -No me estoy burlando de usted. Solo digo que podrían haber sido más comprensivas con la chica. Quizás solamente se enamoró del rey del repollo. Uno no es culpable de quién se enamora.
ROXANA. -¿Ah sí? ¿Y qué diría si su hija se enamora de…? Un brasilero por ejemplo.
RODRIGO. –(horrorizado) ¡NO!
ROXANA. -O un inglés.
RODRIGO. -¡¿Un inglés?! Esto no puede ser. (Furioso, saca el celular y marca)
ROXANA. -¿Qué hace?
RODIRGO. –(al celular) ¡Verónica! ¿Qué haces saliendo con un pirata? ¡No me importa que sean las tres de la mañana!
ROXANA. -¡Calmese por favor! Era un ejemplo nada más.
RODRIGO. -¿Un ejemplo?
ROXANA. -Sí. Tranquilicese.
RODRIGO. –(agitando) Sí. Sí, tiene razón. Es que la sola idea… (al teléfono) ¿Qué? Nada, nada. Una pesadilla nada más. Andá a dormir. Te quiero nena. Chau. Chau.
ROXANA. -¿Ve lo que le digo?
RODRIGO. -No es lo mismo.
ROXANA. -Pienselo un rato. Yo mientras tanto voy a ir a la verdulería a ver si el ladrón no está esperando ahí. Hasta luego.
RODRIGO. -¡Espere! ¿No tiene miedo que el ladrón la encuentre sola?
ROXANA. -No pasa nada (saca un revólver) Tengo un revólver.
RODRIGO. -Ah, entonces no habrá problema ¡Chau! ¡Suerte con su cargamento!
ROXANA. –(saliendo) ¡Gracias!
(Sale ROXANA. RODRIGO vuelve a su lectura y al toque aparece GASTÓN)
GASTÓN. -¿Qué habló con esa mujer?
RODRIGO. -Ah, no. A usted no le digo nada. Ya me advirtió ella que usted era el ladrón de zapallos
GASTÓN. -¿Qué dice? (muestra cómo está vestido, gabardina y sombrero) ¿No ve que soy un investigador privado?
RODRIGO. -¿Ah sí? ¿Y que investiga?
GASTÓN. –(misterioso) No puedo decirlo. Tampoco puedo decirle mi nombre. Mientras dure la investigación, puede llamarme… G.
RODRIGO. -¿G como el punto G?
GASTÓN. – ¡Gastón! Me llamo Gastón. ¿Está bien?
RODRIGO. -Rodrigo, encantado.
GASTÓN. -Como le va.
RODRIGO. -Un poco preocupado por su negación para con la sexualidad femenina. ¿Cómo era la relación con su madre?
GASTÓN. -No me venga con sexualidades femeninas. Esto es de verdad.
RODRIGO. -¡Ah bueno! Yo con usted no hablo. Buenas noches.
GASTÓN. –(lo agarra de la ropa) Mire, va contestar mis preguntas ¿Me escuchó? (Rodrigo asiente, asustado) ¿Qué habló con esa mujer?
RODRIGO. -Hablamos del… ¡Del ladrón de zapallos!
GASTÓN. –(lo suelta) Así me gusta más. ¿Qué cosa del ladrón de zapallos?
RODRIGO. -Que estaba esperando un cargamento de zapallos y tenía miedo de que aparezca el ladrón.
GASTÓN. -¿Miedo? Pero qué hipocresía, por el amor al repollo.
RODRIGO. -¡Usted es del pueblo de los repollos!
GASTÓN. – Sí. Pero me contrató Waldemar, el dueño de la verdulería de acá a la vuelta para proteger un cargamento que viene de allá.
RODRIGO. -Pero esta mujer que vino recién es la dueña de la verdulería de acá a la vuelta.
GASTÓN. -Es una impostora. Waldemar tiene el local hace quince años. ¿Usted no es el Garita? ¿No conoce los negocios del barrio?
RODRIGO. -Todavía no, es que en realidad trabajo acá hace poco. Al garita anterior lo mataron a puñaladas. No se muy bien lo que pasó, le dibujaron como un corazón medio raro en la frente.
GASTÓN. -¿Un corazón? (saca una foto y se la muestra) ¿Como éste?
RODRIGO. -Sí, así.
GASTÓN. -Señor, eso no es un corazón. Es un zapallo.
RODRIGO. -No me diga…
GASTÓN. -Sí. La mafia del zapallo.
RODRIGO. -¡A la mierda!
GASTÓN. -¿Da miedo, no?
RODRIGO. -Mucho. (empieza a juntar sus cosas)
GASTÓN. -¿Pero qué hace?
RODRIGO. -Yo tengo mujer, una hija. No voy a hacerme apuñalar por un mafioso obsesionado por los zapallos.
GASTÓN. -Irse no le servirá. Usted ya tuvo contacto con la mafia de los zapallos. Conocen su rostro.
RODRIGO. -¿Qué rostro? Si solo hablé con esa mujer.
GASTÓN. -La leyenda del ladrón de zapallos es muy antigua, viene de los indios quiché. Su lenguaje no tiene género. El ladrón de zapallos bien podría ser la ladrona de zapallos.
RODRIGO. -¿Entonces Roxana…?
GASTÓN. -Roxana…
(Entra Roxana)
ROXANA. -¡Gastón!
GASTÓN. -Nos encontramos otra vez… (sonríe) Reina del Zapallo.
RODRIGO. -¿Reina del Zapallo? ¡Vos sos la chica que quedó embarazada en el pueblo de los repollos!
ROXANA. –(A GASTÓN, ignora al otro) ¿Qué haces vos acá?
GASTÓN. -El destino me trajo a evitar que cometas una locura. Tenes que dejar pasar el cargamento.
ROXANA. -Ah, ¿Y ahora te preocupas por mí y lo que hago?
GASTÓN. -Siempre me preocupe por vos, pero vos fuiste la que se escapó y se vino a Buenos Aires. Por eso me hice detective privado. Para encontrarte.
ROXANA. -¿Encontrarme? Si yo no me escapé, ¡Me echaron!
GASTÓN. -Tendrías que haber vuelto conmigo. Los de tu pueblo no van a entender nunca lo que podemos lograr. Unificar las coronas del repollo y del zapallo. Una dinastía que habrá de durar mil años
ROXANA. -Estás loco.
GASTÓN. -No estoy loco. Te voy a explicar todo y vas a amarme de vuelta.
RODRIGO. -Perdón que me meta, ¿No? Pero me parece que ese hombre no le conviene. Mire que es medio machista, eh.
ROXANA. -¿Cómo machista?
RODRIGO. -Sí, es un negacionista del punto G.
ROXANA. -Menos mal que me vine a Buenos Aires, entonces. Le dije que hacía mal comer tanto repollo.
RODRIGO. -Ya lo veo. Se pueden negar muchas cosas, pero el punto G…
GASTÓN. -¡Olvídense del punto G!
ROXANA. -Ah, que vivo.
GASTÓN. -¡Muy vivo! Waldemar y yo lo tenemos todo pensado. Acá es verdulero, pero en Bolivia era Doctor en Biogenética de la Universidad Politécnica de La Paz. Podemos hibridar las especies. La celeridad de un repollo con la fuerza y la resistencia de los mejores zapallos. un cultivo comercialmente imparable. Nadie podrá detenernos. Por eso es vital que el cargamento llegue a destino.
ROXANA. -Yo iba a vender los zapallos en el mercado negro, pero ahora tengo un mejor motivo para quedarme con el cargamento. Evitar que arruines a los zapallos con tu locura.
GASTÓN. –(Se ríe) ¿Y como vas a detenerme?
ROXANA. –(saca el revólver) Con mi revólver.
GASTÓN. –(saca su revólver) Ah, pero yo también tengo un revólver.
RODRIGO. -¿Soy el único acá que no tiene un revólver?
GASTÓN. -Así es. Por lo tanto usted es el que tiene que decidir.
RODRIGO. -¿Decidir qué?
ROXANA. -¿No es obvio?
GASTÓN. -Quién tiene derecho a quedarse con el cargamento de zapallos.
ROXANA. -Elija.
RODRIGO. -¡Y yo que sé! Son zapallos. ¿A quién le importa?
ROXANA.- (Le apunta a Rodrigo, que levanta las manos) ¡Como se atreve!
GASTÓN. – (aprovecha la distracción y le tira el arma a la otra) ¡Ya está! El garita prefirió el repollo al zapallo. Gané.
RODRIGO. -En realidad no me gusta el repollo.
GASTÓN. –(Le apunta a Rodrigo, que levanta más las manos) ¿Como dijo?
RODRIGO. -Me parecen…no sé… insulsos.
GASTÓN. -¿Insulsos? ¿Nunca comió Chucrut?
RODRIGO. -Pasa que mi abuela era judía, sobreviviente de campo de concetración. No le gustaban mucho las cosas alemanas.
ROXANA. -Y el zapallo es un ingrediente clave en la cocina judía. ¿Viste Gastón? (le tira el arma) Gané yo.
GASTÓN. -¿Qué cocina judía conocen ustedes? Los judíos alemanes comen chucrut.
ROXANA. -Ahora vas a ver. (Mira al piso, no encuentra nada) ¿Y los revólveres?
(Entra WALDEMAR, que tiene sus revólveres en la mano)
WALDEMAR. -Los tengo yo.
GASTÓN. -¡Waldemar!
WALDEMAR. -Todo esto es parte de mi plan. Cuando llegue ese cargamento tendré todo el material genético que necesito para desarrollar mi híbrido y hacerme multimillonario. Quince años he sido defenestrado, repudiado por los porteños que asumen que soy verdulero e hincha de Boca. Pero ahora ya no más. ¡Y no compartiré mi vegetal potosí con nadie!
RODRIGO. -Usted es una mente maestra, Waldemar.
WALDEMAR. -Así es. Tambien salgo con su hija, señor garita.
RODRIGO. -¡Mi hija con un boliviano! Yo te mato.
(RODRIGO se abalanza sobre él, los revólveres se disparan y hieren a ROXANA y a GASTÓN)
WALDEMAR. -¡Soltame!
(Se suelta y sale corriendo)
RODRIGO. -¡Vení para acá!
(RODRIGO lo persigue afuera del escenario, quedan ROXANA y GASTÓN solos, heridos, respirando con dificultad. Se acercan lentamente, arrastrándose. Se empieza a escuchar el ruido del camión que trae los zapallos.)
GASTÓN. -¿Escuchas ese ruido?
ROXANA. -Sí, es el cargamento de zapallos.
GASTÓN. -Cuando estábamos en el pueblo, amándonos en el campo de repollos, quién diría que íbamos a morir con el ruido de un camión que nunca veríamos.
ROXANA. -Para mi es apropiado, es un camión de zapallos. Solo me gustaría probar un último zapallo antes de morir.
GASTÓN. -¿Me crees que nunca probé ninguno? Su sabor va con el punto G en la lista de cosas que ignoro.
ROXANA. -Ni orgasmos ni zapallos. No me imagino esa vida.
GASTÓN. -Yo la viví, no te la recomiendo.
ROXANA. -El final es el mismo.
GASTÓN. -Nunca voy a probar un zapallo, pero…
ROXANA. -¿Pero qué?
GASTÓN.-Lo del punto G puede corregirse todavía…¿No?
ROXANA. -Ay, Gastón.
GASTÓN. -Dale. Pensá en nuestra juventud, en la vida desperdiciada, en lo que no fue, en el cargamento que se acerca y no va a llegar nunca.
ROXANA.-Es verdad, no va a llegar nunca…
GASTON.- Dejame corregir mis errores.
ROXANA. -Está bien. Vení, acercate, yo te muestro donde está.
GASTÓN. -Oh, mi Reina del Zapallo.
ROXANA. -Oh, mi Rey del Repollo.
FIN