René Girard lee a Stendhal, lee a Dostoievsky, a Proust, a Flaubert y se da cuenta que los héroes de esas novelas sufren porque los objetivos que persiguen (amantes, posición social, Epic Tier sets de WoW) en realidad no los quieren por sí mismos si no porque otras personas los consideran valiosos. De ahí surge un entendimiento de la condición humana definida a través de esta mímesis, remarcando que lo que nos distingue de los animales no es la razón como decía Aristóteles, si no nuestra manía de imitar lo que hacen los demás. ¿Pero un camaleón o un pulpo no son capaces de mimetizarse con su ambiente? -dice, por ejemplo, David Attenborough- ¿Y una leoncita bebé no aprende a cazar imitando a su mamá leona?
I.
Para cada cosa que dice cualquier filósofo en cualquier contexto, hay una contestación así: “esto es evidentemente mentira”. Y lo que un filósofo de ley hace cada vez es especificar puntualmente que quiere decir con la palabra que usó para justificar que tiene razón. William Burroughs decía que desde el día que pisó una universidad, el ochenta por ciento de sus discusiones pasaron a ser sobre semiótica. Una lucha por definir qué queres decir exactamente con las palabras que usás. Para hacer esto con la mímesis, Girard distingue entre deseo físico y deseo metafísico. Y como es francés, la mayoría de sus ejemplos son románticos. ¿Querés a tu pareja porque te gusta estar con él o porque es el puntero de River? Si no son crossovers con Freud (deseás a tu mamá porque también la desea tu papá, ay no) o con un Renault Koleos. Deseo físico es cuando me quiero comprar un Renault Koleos por la experiencia, porque me ahorra tener que caminar o tomar el colectivo. Y deseo metafísico es cuando quiero el Renault Koleos porque quiero ser determinada persona asociada con él, porque quiero tener el Renault Koleos más poronga de Villa San Cayetano y que todos me admiren por eso. ¿Pero eso no es un deseo físico encubierto, o en segundo grado? Más status quiere decir más posibilidades de apareamiento, que es un deseo bastante físico. Girard sigue achicando la cancha: lo que nos hace únicos con respecto a los animales, para él, no es nuestra habilidad para determinar que es verdadero y que es falso, lo que entiende por razón, sino nuestra capacidad de creer cualquier banana siempre y cuando otros alrededor nuestro la crean también. Esta es una fuerza muy poderosa en cualquier terreno, empírico o moral. Girard dice que miramos alrededor para ver qué es lo que hay que hacer, y nota que este proceso opera tanto positiva como negativamente. Hatear lo que está de moda no es más auténtico o independiente que conformar porque esas decisiones se toman en base a lo que dicen sobre vos y no sobre el objeto de deseo en sí mismo. Si vos repudiás el trap folklórico, eso funciona como publicidad para el trap folklórico como género musical, porque lo marca como algo que la clase de persona que sos: viejo, amargado y cipayo, por ejemplo, no le gusta.
Puesto así parecería que el deseo físico es superior o “más verdadero” al metafísico y mimético, pero Girard dice que no necesariamente. Hasta el momento en que le toca predecir el Apocalipsis (1), Girard es ambivalente con respecto a todo: al deseo, al cristianismo, al capitalismo (próximos puntos). El problema es que no hay un deseo intrínseco al ser, que sea más “verdadero” o trascendente. Emmanuel Levinas habla de esto: el deseo metafísico no puede ser satisfecho, desea más allá de todo lo que es capaz de simplemente completarlo. Pero cualquier deseo es absoluto si el ser que lo desea es mortal y lo deseado es invisible. Es decir, que la idea es inadecuable con la cosa, y el deseo no precipita una consumición, un ritual o lo que los bots llaman una “caricia significativa”, que viene a ser un acto de cuidado. Es por esto que el incremento de bienes físicos en términos absolutos nos importa poco en comparación con los cambios relativos de posición social.
Este entendimiento de la condición humana implica una teoría mimética de la historia. Nos guste o no, cualquier evaluación de la realidad en la escala social implica sostener alguna teoría de la historia. Si la historia la mueven los Grandes Hombres de Pecho Peludo o Las Masas o La Dialéctica o un Plan Divino o el Azar o Los Illuminatti. Girard dice que en la historia es la similitud más que la diferencia lo que causa que los individuos y las naciones entren en conflicto. Esto lo dicen Sábato y Herman Hesse también, odiamos porque nos parecemos y estamos cerca. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta. Y la forma de resolver este conflicto entre pares para Girard es la búsqueda constante que hacen las sociedades humanas de víctimas inocentes para culpar de todos los males y sacrificar a modo de catarsis.
Como en el estado de la naturaleza habríamos empezado, mal o bien, siendo todos iguales, sin jerarquías claramente delimitadas, sentimos envidia metafísica todos por todos y nos arrancamos la cabeza. Algunos grupos cometen suicidio por deseo metafísico y otros descubren accidentalmente la tecnología que lo resuelve: proyectan (2) que toda la sed de sangre viene de Jorge, sacrifican a Jorge y Girard dice que en ese momento baja una paz celestial, la catarsis, que si no sabés lo que está pasando es tan mágico que terminan pensando que Jorge tendría que haber sido un dios o un demonio, y ahí empieza el culto a Jorge que ahora es Osiris u Orfeo o Balder uno de esos que mueren y reencarnan cíclicamente. Este ciclicalismo es importante: depender de rituales sacrificiales para mantener la paz nos deja atrapados en un tiempo cíclico, donde siempre va a haber una próxima crisis que requiera un próximo sacrificio hasta que nos muramos todos.
La otra tecnología que combate el suicidio por deseo metafísico son las prohibiciones mágicas. Si vos sos adolescente, todas las prohibiciones son igualmente arbitrarias y deben ser combatidas. Si vos sos Chesterton, tenés que pensar quien las puso ahí y porque, y la lógica de las prohibiciones y taboos sociales es prevenir que el caos explote por todos lados, diferencias sociales entre la gente que nos vuelvan categóricamente distintos entre nosotros, cosa que el deseo metafísico no se expanda tan fácilmente. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta. Sistemas de castas, roles de género, linajes, clanes sirven una función crucial en las sociedades paganas: Que la gente no compita y se arranquen la cabeza entre ellos. ¿Por qué “pagana”? Porque para Girard el cristianismo, lejos de ser otro ejemplo más de un culto sacrificial, viene a ser el ancho de espadas que nos permite escapar de este mecanismo de los sacrificios periódicos de chivos expiatorios al azar. Esto es porque en la narración de origen del cristianismo la víctima es inocente y lo saben hasta los que lo matan y se lavan las manos. Si la víctima es inocente y lo sabes no hay catarsis, solamente culpa. Somos todos iguales, pero porque somos todos pecadores. Girard nota (siguiendo a Freud) que en Dostoievski la culpa viene antes que el crimen. Entonces todas las estructuras de poder pagano pierden su prestigio y se desmoronan, y la moral deja de ser relativa a lo que están haciendo todos y pasa a ser abstracta y eterna. La moral de la víctima, el único que al final termina siendo inocente. El sacrificio de la cruz tiene que ocurrir una sola vez para que tenga sentido, como dice San Agustín, y se rompe entonces cualquier concepción del tiempo cíclico. El tiempo lineal pasa a moverse por las cuatro fuerzas que Girard dice que Cristo deja sueltas en la historia humana, como teletubbies del apocalipsis: El Amor, La Verdad, la Innovación y la Violencia.
La presencia de este último teletubbie podrá llamar la atención, pero recordemos que Girard es ambivalente con respecto a todo lo que no sea el Apocalipsis, ese momento cúlmine al final del tiempo lineal que crea el cristianismo y que se viene se viene. El amor es muy bonito, pero a veces se manifiesta como crueldad, persecusión o hipocresía. La verdad puede volverse dogma y la innovación por la innovación misma degenera en moda superficial. Y en la violencia, que parece tan terrible, se pueden romper esos drawbacks que tienen las otras fuerzas. En el paganismo, las cosas que parecen buenas son, de hecho, buenas(3). En el cristianismo, muchas cosas que parecen buenas son, de hecho, malas y Cristo se pone loco cuando las hacen en el templo.
Después está el análisis que con todas estas herramientas hace Girard del capitalismo. Otra vez, un análisis ambivalente, porque el capitalismo tiene su faceta destructora y su faceta creadora. El capitalismo sería para él la fuerza que absorbe toda la violencia que produce el cristianismo y la dirige hacia fines productivos. Dice que “no es por azar que la aristocracia europea empezó a hacer negocios cuando los héroes y los guerreros pasaron de moda”. Cuando vemos que motiva realmente a los actores del capitalismo no hay un deseo heróico de combatir para ayudar a los demás, pero tampoco una avaricia puramente materialista. Lo que hay es un afán de bienes sociales: honor, prestigio, gloria, reconocimiento. Por eso tratan todos de ir al espacio. Los príncipes que se habrían dedicado a la guerra pasan a dedicarse a vender productos y servicios. Girard advierte que cuando un actor capitalista dice moverse por fines altruistas o materialistas, es como si Aquiles dijera que fue a Troya a rescatar a Helena o a matar a Héctor. Solo le importan Helena o Héctor en cuanto son canales para alcanzar la gloria. La guita es nada más que un sistema para contar los puntos.
II.
Ahora, decir que hay una derecha girardiana no quiere decir que el pensamiento de Girard sea necesariamente de derecha. Girard es ambivalente con respecto a todo excepto a que definitivamente 100% se viene un Apocalipsis que nos la va a hacer caber a todos. Derecha girardiana habla de la derecha conservadora y cristiana que usa los mecanismos miméticos de Girard para justificarse, propagarse y proliferar como discurso. Apela particularmente a la gente que es muy exitosa en el campo que eligió pero se siente vacía por dentro, y Girard te dice que te sentís así porque no estás haciendo las cosas que querés. Estás haciendo lo que se supone que tenés que hacer porque es lo que otros te señalizan que es importante. La gilada dicta tu destino metiéndote presión social. Sin embargo, vimos que llevarle la contra ciegamente es más de lo mismo y la diferencia entre deseo físico y deseo metafísico no pasa porque uno sea más posta que el otro.
Dice Walter Benjamin que en el interior de una sociedad de masas, de anonimato y modas y gilada, el sujeto constituye su identidad conectada con lo íntimo, el secreto, la vida privada: todo lo que permite resguardar un lugar, un carácter propio, una identidad definida. Y como ninguna filosofía ha identificado una expresión de la identidad que pudiese ser empíricamente demostrada en sí misma, independiente de todo contexto cultural, como beneficiosa para totalidad de la existencia humana, estos individuos exitosos, iluminados y bien integrados que sobrevuelan a la gilada pueden liberarse de conflictos simplemente relativizando la ética de su sociedad y procediendo discretamente con su propio proyecto, ignorando a propósito la posibilidad de que este pudiese ser perverso.
Cuando Walter Benjamin habla de la sociedad de la masas, del anonimato, del «todo igual», aparece en tensión la idea del marginal, del diferente, del transgresor, del revolucionario, del poeta, de la prostituta. Todas estas figuras que consiguen, por una especie de movimiento de oposición, definir una personalidad nítida que a menudo está ligada a un exceso de individualidad cuyo ejemplo máximo sería el caso policial o psiquiátrico que se concentra en la figura del monstruo, es decir, del marginado esencial.
En el caso de la derecha girardiana, como sabemos que definirte negativamente con respecto a los demás es lo mismo que seguir ciegamente los deseos que te imponen, el ideal de monstruo es el del Maquiavelo Máximo. No el Maquiavelo de El Príncipe que nos explica cómo ganarle una guerra al Papa y del que todos estamos hartos, si no el Maquiavelo de Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Esto es, el Maquiavelo que explica paso a paso cómo llevar a cabo una conspiración. Una manipulación de los mecanismos miméticos que guían los deseos de las masas. Básicamente, una conspiración no es un acto creativo ex nihilo, a partir de la jodida nada. Lo que hacés es usar los recursos de los que dispongas para amplificar a tu favor y en secreto algo que ya existe. Sos una fuerza multiplicativa. Sos El Capital.
Es decir que Girard no compone la base filosófica del discurso ni el contenido del proyecto a propagar mediante la conspiración de darle plata a alguien para que haga lo que vos quieras, como cuando Peter Thiel le da cien lucas verdes a un manija para que invente Etherium. El discurso en sí de esta rama de la derecha está hecho principalmente de John Locke, Leo Strauss y Carl Schmidtt, y lo que Girard te permite es desestimar todo lo que opinen los demás, lo que valoran y lo que repudian y manipular a la gilada esclava de la mímesis para tus propios fines.
De Locke sale la idea que los seres humanos no son los guardianes de la naturaleza sino los creadores de riqueza y propiedad. En su versión cristiana, el primer y más grande deseo que Dios plantó en los hombres no es el amor a Dios o a otros si no una sana preocupación por la autopreservación y que el principal motivo para escapar del estado de la naturaleza es la búsqueda de la felicidad individual. Dios se encarga de atar los cabos sueltos, en esta vida o en la otra. Esto acompaña una forma de cristianismo donde la avaricia no es un pecado mortal y la infinita acumulación de riqueza, que parece mala, is good, actually (4). Balzac diría que detrás de cada gran fortuna yace un crimen, pero Locke se le anticipó diciendo que no hay que preocuparse de dónde viene la propiedad. Apropiarte de un cacho de naturaleza no es un robo porque hay poco de valor en el estado de la naturaleza y la mayor parte del valor fue agregado por el trabajo o el intelecto humano, y está mal cobrarle impuestos.
De Carl Schmitt viene la idea que la política se lleva puestas todas las otras esferas del quehacer humano porque las usa para distinguir amigos de enemigos. Si vos queres darle plata por abajo de la mesa a alguien para que te ayude con tus fines, la politización de la sociedad tiene que ser tu mayor miedo porque la politización invita a cuestionar los elementos que parecía que eran nada más que estéticos o superficiales. Es decir que te deschava.
Pero por suerte Leo Strauss te ayuda a esconderte y a comunicarte en secreto con tus co-conspiradores. Él propuso que es mejor avanzar tus ideas mediante prosa deliberadamente oscura, enigmática u oracular. Esto es una técnica en la cual la verdad sobre todos los elementos cruciales se presenta exclusivamente leyendo entre líneas, tal que sea legible no para todos los lectores si no solo para algunos iniciados que conozcan el código. El consumidor pasivo (la gilada) quiere paquetes prefabricados. Explicaciones. Pero aquellos que pretenden la persecución del conocimiento y la búsqueda de causas, van a preferir los aforismos, justamente porque están incompletos y requieren la participación en profundidad. Las imágenes inescrutables o inaccesibles invitan abiertamente a la participación y la completitud. Leo Strauss distingue dos maneras de proceder epistemológicamente: la de Jerusalén y la de Atenas, la iglesia y la ciudad. Atenas usa la lógica para cortar el mundo en conceptos inteligibles a la luz de la razón y Jerusalén confía en las revelaciones místicas para acceder a la verdad divina. Evocando lo que decíamos más arriba, como uno y otro modelo se reprochan a sí mismos la vanidad de los sacrificios que piden, el individuo trascendente se define como aquel para el que toda forma de sacrificio es gilada.
El centro del proyecto de la derecha girardiana es que la democracia y la libertad son incompatibles, y el capitalismo y la competición son opuestos. La premisa del capitalismo es la acumulación de capital, pero bajo la competencia perfecta de los economistas todas las ganancias se pierden en la competencia. Si estás en un equilibrio competitivo, tu muerte no le importa a nadie. Otro competidor indistinguible de vos va a venir a reemplazarte. Por lo tanto, el monopolio es la condición de todo proyecto exitoso, ya sea un negocio o una quest desaforada de poder(5). Ana Karenina empieza diciendo que todos las familias felices se parecen pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada. Un proyecto exitoso es lo opuesto, todos los proyectos fracasados se parecen pero cada éxito tiene un motivo especial por el que triunfa.
III.
¿Pero cómo es que este discurso puede usar a Girard para propagarse siendo que él no lo sostenía?
Girard decía que a pesar de que el cristianismo nos sacó lo peor de nuestra sed peronista de sangre, la necesidad de perseguir a alguien sigue estando. La diferencia es que ahora la única forma aceptable de perseguir es en nombre de las víctimas, en nombre de combatir la persecución. Lo que hubo fue un cambio en a quien es aceptable perseguir. En una cultura preocupada por las víctimas, cualquiera que parezca una víctima está fuera de los límites de la persecución. Minorías étnicas, clases populares, mujeres, discapacitados. Para Girard esto es muy bueno, pero agrega que la compasión obligatoria en nuestra sociedad autoriza nuevas formas de crueldad. Por ejemplo, la persecusión obligatoria contra el privilegio: el privilegio blanco, de clase, masculino. Parte del privilegio es la capacidad de aprovechar la persecusión para salir fortalecido en lugar de ser sacrificado. Paso a explicar.
El conservadurismo ideológico dice que cada sociedad tiene el derecho de preservar la paz y el orden público, y por lo tanto el derecho de prohibir la propagación de opiniones de tendencia peligrosa. No es el magistrado el que tiene este derecho, si no la sociedad de la que el magistrado es un agente. Puede estar moral o teológicamente equivocado en restringir la propagación de opiniones que piense que son peligrosas, pero está políticamente en lo correcto (en el sentido de Carl Schmitt de político como lucha entre amigos y enemigos). Para Locke, cada ciudadano tiene derecho a la libertad de conciencia y de pensamiento, y ningún magistrado debía ser capaz de restringir ese derecho. El Dr. Samuel Johnson estaba de acuerdo, pero distinguía la libertad de pensar de la libertad de predicar lo que pensás. Para Johnson ningún miembro de la sociedad tiene derecho a enseñar una doctrina contraria a lo que la sociedad considere cierto, “porque es para quilombo”. El magistrado puede estar equivocado, pero como es un agente de la sociedad, mientras piense que está en lo correcto tiene que hacer cumplir lo que piense. En este sistema, el único método por el que la verdad puede establecerse es mediante el martirio. No la razón de Atenas o la revelación de Jerusalén, si no el martirizado. El magistrado tiene derecho a hacer cumplir lo que piense que la sociedad aprueba, y aquel que es consciente de la verdad tiene el derecho de sufrir. No hay otra manera de determinar la verdad, más que con la persecución por un lado y ser perseguido por el otro.
La lectura girardiana de todo esto es que a quien predique desde el cadalso nunca le van a faltar oyentes. El punto óptimo, el objetivo de la conspiración, sería convencer a la gilada que estás en el cadalso pero sin la posibilidad real de ser sacrificado.
(1) que se viene se viene
(2) proyectar = percibir
(3) paganismo = peronismo
(4) NB que los occidentales no son los únicos piolas que se les ocurrió esto. Hay una corriente del budismo que es el budismo humanitario que usa un argumento parecido para acumular guita. ¿Cómo vas a donar al templo si primero no haces un montón de plata? Hay que hacer un montón de plata, no importa tanto como.
(5) libertad = poder
Para Chesterton, la anarquía es un gordo turbio montando un elefante.
Necesitamos más Chesterton.