George Soros y la Alquimia de las Finanzas

I.

En el colegio enseñan que el soneto es una forma poética con catorce versos endecasílabos, agrupados en dos cuartetos y dos tercetos. Con esos datos, podemos calcular que un soneto tiene ciento cincuenta y cuatro sílabas. Para el idioma español se han contabilizado tres mil seiscientas noventa y cuatro sílabas diferentes(1). Si armamos todas las combinaciones posibles de esas sílabas en grupos de ciento cincuenta y cuatro,  lo que tenemos es un generador de sonetos capaz de producir todos los sonetos posibles para el idioma español. De todos esos sonetos posibles, luego habría que filtrar los que no sigan las estructuras de rima que tiene el soneto y los que contengan combinaciones de sílabas que en realidad no sean palabras del idioma español. Podemos hacer un bot que se encargue de eso, dejando sin laburo a Góngora, a Quevedo y aniquilando la poesía para siempre y de una vez por todas. 

Sin embargo, esta máquina de hacer sonetos no va a producir solamente sonetos. Ya decía Croce que cuando echás a la poesía por la puerta se te mete por la ventana. 

El soneto como estructura también es (y esto a veces lo enseñan en el colegio y a veces no): presentas un tema, lo expandis, le pegas una vuelta y le das un cierre dramático. Eso es más difícil de codificar en una serie de instrucciones porque trabaja con un elemento que le escapa al silogismo aristotélico. Una máquina puede trabajar con combinaciones y correlaciones, lógica booleana y estadísticas bayesianas, pero todavía no con razonamiento causal. “A causa B”, distinto que “A implica B”.

Las bolsas de carne pensamos más que nada en formato “A causa B”, o lógica narrativa. Esa lógica puede estar basada en algunos datos, o ningún dato o ir en contra de todos los datos, y a partir de una contradicción se puede demostrar cualquier cosa. Por eso no podes debunkear la postura de nadie con LÓGICA y DATOS. Porque no se constituye así. La diferencia con una ecuación normal (“A es igual a B”) es que no es reversible.

Esto es un argumento de Angus Fletcher en contra de la posibilidad de que una IA escriba literatura antes de ser una IA general. Puede producir textos que sean silogísticamente equivalentes a la poesía, pero que no son poesía. La poesía es famosa por encontrar la forma de eludir las definiciones que se le impongan como Legolas esquiva la realidad: bajando en tobogán por la trompa del olifante. Tu dirás que la comparación no tiene sentido y yo contestaré que poesía eres tú.

Es fácil vacilar a la Máquina de Hacer Sonetos, pero (vacila Borges) «…pero exagera una propensión que es común: hacer de la metafísica, y de las artes, una suerte de juego combinatorio. Quienes practican ese juego olvidan que un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria. Ese diálogo es infinito […] La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones.»

II.

Para George Soros, la historia también es un eje de innumerables relaciones. Soros es famoso por haber sobrevivido al holocausto, haber hecho muchísima plata con inversiones idiosincráticas (como shortear la libra esterlina), donado mucha de esa plata a causas que tienen que ver con lo que su sensei Karl Popper llamaba “La Sociedad Abierta” (anti-platónica, anti-comunista) y ser por eso el centro de una cantidad estúpida de conspiraciones antisemitas. En general, Soros es de los pocos multimillonarios que no parece estar completamente loco o ser activamente maligno.

La teoría que se armó para hacer toda la guita es un carnaval de dialécticas. Una especie de síntesis entre la dialéctica de Hegel concerniente a las ideas y el materialismo dialéctico de Marx. Pero en lugar de que las ideas o las condiciones materiales evolucionen por sí mismas de manera dialéctica, es la interacción entre las dos la que produce el proceso dialéctico. Soros no usa tanto la palabra “dialéctica” por el peso heavy metal con el que viene. Además Hegel es oscuro como si hablara en la lengua de Mordor y Marx propuso una teoría determinista de la historia que es totalmente opuesta a la de Soros. El proceso histórico, para él, es abierto. Su principal motivador son los prejuicios de los participantes.

Por eso no se puede estudiar la historia como quería Marx, de la misma forma que se estudian los volcanes o los choclos, porque ni los volcanes ni los choclos piensan(2). Cuando los eventos tienen agentes pensantes, como objeto de estudio ya no están más confinados a los hechos comprobables sino que incluyen también las percepciones de esos agentes. La cadena causal no lleva directamente de hecho a hecho, si no de hecho a percepción y de percepción a hecho. El problema es que no necesariamente hay relación de causa y efecto entre hecho y percepción, y así nace la astrología.

Para no astrologizarse, la teoría económica clásica trata de salvar ese problema introduciendo la premisa del comportamiento racional. “Racional” en economía no quiere decir que tu cerebro es una galaxia de poder. Quiere decir que si tu objetivo es maximizar la cantidad de manzanas que tenés y alguien te ofrece tres manzanas y otro te ofrece dos manzanas, vas a elegir tres manzanas porque son más. Sin embargo, en la versión de libro de texto de la economía la distinción entre cómo el agente racional percibe sus alternativas y como percibe los hechos se desvanece. Si elige las dos manzanas porque piensa que las tres están embrujadas o le cae mal la persona que las ofrece o porque una de las dos que eligió se parece a Jesús. La teoría económica se construye como la lógica o la matemática. Se parte de ciertos postulados y todas sus conclusiones son derivadas mediante manipulaciones lógicas. El resultado es una construcción teórica con la elegancia de Francia, que se parece a las ciencias exactas, pero que no se parece a la realidad. 

Por ejemplo, una de las regularidades más consistentes en macroeconomía era la ley de Okun. Esta dice que la caída de un punto porcentual en la tasa de desempleo está asociada con un alza de alrededor de dos puntos y medio de PBI real. Más gente laburando, más Producto Bruto Interno. Makes perfect sense. Pero el economista gorila Arnold Kling señala que este año en Estados Unidos la tasa de desempleo cayó y el PBI cayó también. Y la ley de Okun pasa a tener la misma validez que un semáforo en el conurbano. Kling agrega ejemplos similares asociados a la explosión de la burbuja .com en el 2000, la crisis financiera del 2008, la economía mundial post-covid. Podemos armar narrativas de todos esos eventos con el diario del lunes en la mano, pero si hubiésemos tratado de predecirlas usando las ecuaciones en los libros de texto y la información disponible en ese momento, hubiesemos predicho cualquier banana. La diferencia entre una ciencia y una pseudociencia es que la ciencia predice el futuro y la pseudociencia predice el pasado. 

Soros dice que los precios de mercado están siempre equivocados en el sentido que presentan una visión distorsionada del futuro, pero una distorsión que funciona en dos sentidos: No solo los participantes del mercado operan con un prejuicio, sino que además su prejuicio puede influenciar el curso de los acontecimientos. Esto puede crear la impresión de que los mercados anticipan con precisión los desarrollos futuros, pero no es que las expectativas presentes se corresponden a eventos futuros si no que los eventos futuros son forjados por las expectativas. Si en el año 2000 un niño le decía a su madre que jugar jueguitos de PC iba a ser una carrera tanto o más viable que la que le podía dar el colegio, ese niño no era un profeta. Era parte de una generación que transformó sus vicios en perspectivas laborales.

Con eso dicho, las percepciones de los participantes son inherentemente defectuosas, y hay una conexión de dos vías entre esas percepciones defectuosas y el curso histórico de los acontecimientos, lo que resulta en una falta de correspondencia entre los dos. Soros llama a esta conexión de dos vías “reflexividad”. A los esfuerzos de los agentes para entender la situación los llama la función cognitiva o pasiva y al impacto de su pensamiento en el mundo la función participativa o activa.

En la función cognitiva, las percepciones de los agentes dependen de la situación. En la función participativa, la situación es influenciada por las percepciones de los agentes. Las dos funciones patean para lados distintos: en la función cognitiva la variable independiente es la situación y en la función participativa es el pensamiento de los agentes.

Cuando los dos fantasmas operan al mismo tiempo, se pisan las sábanas. En su forma matemática, la reflexividad toma la forma de un loco par de funciones recursivas:

En el análisis de fundamentales (otro modelo) se busca establecer como el valor intrínseco de una empresa se refleja en el precio de sus acciones. La teoría de Soros muestra como los precios de las acciones pueden influenciar ese valor subyacente. Uno provee una imagen estática, el otro una imagen dinámica. Los precios de las acciones se vuelven ingredientes activos en un proceso en que tanto los precios de las acciones como los destinos de las compañías en sí propias son determinados. Soros reemplaza el postulado de que el mercado siempre tiene razón con otros dos:

1º Los mercados siempre tienen un prejuicio (bias) en una dirección u otra.

2º Los mercados pueden influenciar los eventos que anticipan en la forma de una tendencia.

La tendencia subyacente influencia las percepciones de los agentes mediante la función cognitiva. Este cambio de percepción afecta la situación mediante la función participativa. En el caso del mercado accionario, lo que hay es una relación reflexiva en la que los precios de las acciones son determinadas por estos dos factores: la tendencia subyacente y el prejuicio imperante. Una cinta transportadora y alguien caminando por encima en una dirección u otra. Y ambos son, al mismo tiempo, influenciados por los precios de las acciones. El juego entre el precio de las acciones y los otros dos factores, la tendencia y el prejuicio, no tiene constante. Lo que se supone que es una variable independiente en una función es una variable dependiente en otra función. Sin una constante, no hay tendencia hacia el equilibrio. En la secuencia típica, las tres variables se refuerzan entre sí primero en una dirección y después en la otra en un patrón que se conoce, en su forma más sencilla como boom y bust. Expansión y contracción. Y es por esto que los colapsos financieros tienden a ocurrir solo cuando nadie se los ve venir. Si el prejuicio imperante es que va a ocurrir un colapso financiero, la participación de los agentes empuja la situación para el otro lado.

Nótese que ninguna de las variables se puede medir completamente de forma directa. Soros usa los precios de las acciones porque son mensurables, pero advierte que son referencias imperfectas de la suma de prejuicios, tendencias, idas y vueltas. Es lo que le da a los mercados su inestabilidad, a la historia su inestabilidad, ¿Y a cualquier cosa su inestabilidad?

No. A diferencia de la mayoría de las teorías que explican cómo funciona el mundo, Soros admite que la suya solo aplica a veces. La clave es el rol que los errores y las ideas equivocadas tienen en la formación del curso de los eventos. Siempre hay una divergencia entre lo que nos parece que está pasando y lo que realmente está pasando, pero a veces la divergencia es muy chiquitita y se corrige sola hasta casi llegar al equilibrio del libro de texto y a veces la divergencia es enorme y no se corrige por sí misma, y sigue por inercia hasta la mismísima concha de la lora. Es una teoría de la historia donde la historia tiene dos modos, con características muy distintas en un punto cercano al equilibrio y en la concha de la lora.

III.

Los que cobramos en pesos argentinos conocemos muy bien el modo más puro y degenerado de la reflexividad, porque es la arena donde Soros hizo gran parte de su plata: el mercado cambiario.

Desde 1944, las tasas de cambio con respecto al dólar estaban fijadas por los acuerdos de Bretton Woods. En 1973 eso se terminó a la mierda, y el intercambio de monedas se transformó en la Pampa Húmeda de la especulación. El capital especulativo es aquel que se mueve en busca de la mayor cantidad total posible de retornos pero, como apex speculator, Soros no le ascribe un juicio moral al término. Cuando vas a especular en este rubro, lo que miras son las diferencias entre tasas de interés, diferencias en tasas de cambio y la apreciación del capital denominado en moneda local. En general, el capital especulativo es atraído por las subas en tasas de cambio y las subas en tasas de interés. De las dos, las tasas de cambio son lejos las más importantes. No hace falta que una moneda caiga mucho para transformar los retornos que provee en negativos. 

Un tipo de cambio flotante es inherentemente inestable debido a la influencia de la especulación siguiendo las tendencias, y aún así los especuladores persiguen la estrategia correcta yendo con la manada. Esto es porque las tasas de cambio las determina la oferta y la demanda de las distintas monedas. La dirección en la que se mueven esas tasas la define la suma entre las necesidades del comercio internacional, las transacciones de capital no-especulativas (por ejemplo, si comprás reales porque te vas de viaje a Brasil) y las transacciones especulativas. Las primeras dos equivaldrían a los fundamentales de una compañía, la otra al prejuicio imperante. La suma total de esa demanda determina la dirección en la que se mueve la tasa de cambio. En realidad, los fundamentales también son influenciados por las expectativas de los agentes en cuanto al futuro de las tasas de cambio. Los números del comercio internacional tienen una distorsión importante debido a distintos retrasos o problemas en los pagos, y a que de por sí no son ajenos a la especulación directa.

Si los fundamentales ya eran poco relevantes en el mercado accionario, acá casi no importan para nada. La explicación es la importancia relativa de los movimientos de capital especulativo. Por eso en lugar de que los fundamentales determinen las tasas de cambio, es al revés. Una tasa fuerte desalienta la inflación, los salarios se mantienen estables en el tiempo y las importaciones se vuelven más baratas. Cuando las exportaciones tienen un fuerte componente de importación, un país se puede mantener comercialmente competitivo de manera indeterminada a pesar de una paulatina apreciación de su moneda. Soros cita el caso de Alemania en la década del 70, cuando empezó toda esta joda.

En cuanto concierne a los movimientos de capitales, quizás la única transacción que es totalmente independiente de las expectativas de los agentes es el pago de intereses en deuda acumulada. La reinversión de los recibos de interés ya califica como una transacción especulativa.

La motivación principal de la especulación son las expectativas sobre las tasas de cambio futuras. En cuanto a que esas tasas sean dominadas por el capital especulativo, son puramente reflexivas. Las expectativas se acumulan unas sobre otras y el prejuicio prevaleciente se valida a sí mismo de forma indefinida. La situación es super inestable. Si el prejuicio contrario prevaleciera, se validaría a sí mismo de la misma forma. No importa lo que suceda en el resto de la economía. Mientras más grande es la importancia relativa del capital especulativo, más inestable se vuelve el sistema.

Una moneda en caída le da bursts de ganancias a los que exportan, pero los exportadores ya han sido lastimados muchas veces. No les gusta invertir en base a una ventaja temporaria. Ni hablar que si lo que exportás commodities, la demanda que tenés es inelástica. No vas a vender mucho más por vender más barato porque nadie necesita mucho más de lo que estás vendiendo además de lo que ya te están comprando. Entonces tus capacidades de expansión son limitadas y preferís transformar la plata en activos financieros, contribuyendo al crecimiento de plata que no tiene lugar a donde ir más que a especular.

IV.

El libro donde Soros cuenta todo esto se llama “La alquimia de las finanzas” y cuando lees eso vos pensás que la parte de “alquimia” es una metáfora. 

Pero no es una metáfora. 

Soros no dice que los economistas no pueden predecir el futuro porque son unos giles, sino porque su campo de estudio se mueve la mitad de las veces por un proceso reflexivo y los procesos reflexivos no pueden ser predichos por el método científico. No por una limitación de instrumental, en el sentido de que si los economistas tuvieran un telescopio Webb para ver la economía se solucionarían todos sus problemas. Es una limitación epistemológica. 

Por eso usa la palabra “alquimia”. El método científico trata de entender las cosas como son y la alquimia trata de hacer ocurrir cierto estado deseado de cosas. La ciencia busca la verdad, la alquimia el éxito operativo. En la esfera de los fenómenos naturales, los volcanes y los choclos, no hay distinción entre los dos objetivos. La naturaleza sigue leyes que operan independientemente de que las entendamos o no. Ya sea que pensemos que el volcán explota por la acumulación de presiones tectónicas o porque los dioses están enojados, explota igual. Pero la única manera de que el ser humano intervenga en esos procesos es entendiendo y aplicando las leyes correctas. Si tratamos de prevenir la erupción sacrificando vírgenes, podemos estar todo el día sacrificando vírgenes sin que el volcán se entere. Por eso la alquimia es falopa y la ciencia produce vacunas contra la malaria.

Pero los eventos sociales no tienen leyes estrictas que operan independiente de las opiniones de la gilada. Por el contrario, la gilada es una parte integral del asunto, y esto abre una ventana para que se meta la alquimia con sus grasosos dedos a toquetear todo.

Siguiendo esta línea de pensamiento, Soros dice que los precios de mercado proveen un criterio de efectividad pero no un criterio de verdad. Los precios futuros en el mercado determinarán cómo les va a los distintos participantes, pero no determinan si sus estrategias de compra y venta eran las correctas. Solo si los precios del mercado tienden al equilibrio habrá una superposición de los dos criterios. Sólo entonces habría un precio “correcto».

Sobre el postulado de que el mecanismo de mercado asegura la distribución óptima de recursos dice que es mentira. El verdadero mérito de los mercados es proveer un criterio por el que los participantes pueden reconocer cuando sus lecturas están equivocadas. Pero es importante darse cuenta que clase de criterio provee el mercado: lejos de siempre tener razón, lo que hace es incorporar siempre el prejuicio prevaleciente. Si trabajás con la idea de que el mercado siempre tiene razón, el feedback que obtengas va a ser engañoso. Por ejemplo, las películas de superhéroes son exitosas porque la gente quiere ver películas de superhéroes. Soros dice que la creencia en la eficiencia de los mercados hace más inestables a los propios mercados, haciéndole un cortocircuito a los procesos correctivos que ocurrirían si los participantes reconocieran que los mercados siempre están sesgados. Mientras más se crea en la teoría de los mercados eficientes, menos eficientes se vuelven los mercados. La reflexividad aplicada a la inversión es como nextlevelear en un juego de estrategia. Solo ganas si estás exactamente un nivel arriba de lo que está pensando el otro.

La mitad del libro está ocupada por un experimento en tiempo real que demuestra que su método es más exitoso lidiando con los mercados financieros que con el mundo sensible en su faceta política, y la conclusión es que el éxito financiero depende de la capacidad de anticiparse a las expectativas preponderantes y no a los desarrollos en el mundo real.

V.

Hablando del mundo real, después está la parte del libro donde Soros confiesa que es Dios:

“Reconozco que siempre he albergado una exagerada noción de mi propia importancia. Para decirlo sin vueltas, me imaginaba a mí mismo como una especie de dios o un reformador económico como Keynes (cada uno con su Teoría General) o, mejor aún, un científico como Einstein (reflexividad suena a relatividad). Mi sentido de la realidad siempre fue lo suficientemente sólido como para hacerme dar cuenta de que estas expectativas eran excesivas, y las mantuve ocultas como un secreto culposo. Esto resultó una fuente de infelicidad considerable a lo largo de gran parte de mi vida adulta. Mientras me abría paso en el mundo, la realidad se fue acercando lo suficiente a mi fantasía como para permitirme admitir mi secreto, al menos para mí mismo. No hace falta decir que me siento mucho más feliz como resultado de eso.”

Yo dije que Soros no estaba completamente loco y ahí lo tenemos, hablando de alquimia y de que es Dios. 

Bueh. 

Como libro de economía, el suyo es una rareza en el sentido que trata de entender realmente cómo funcionan las cosas en lugar de venir con una teoría de cómo funcionan y deformar el mundo hasta que entre. Como libro de filosofía, es el boceto de un libro de filosofía. Lo que le falta es terminar de definir qué quiere decir que los participantes tengan un entendimiento imperfecto de la realidad. Para hablar adecuadamente de una distorsión hay que saber cómo sería la cosa si no estuviese tan distorsionada por la percepción de los participantes. Que no se puede, porque no hay fenómeno social sin participantes que también son inherentemente observadores.

Sobre la muerte piensa como los poetas del estrés que la amenaza es más poderosa que la ejecución. Tenes una sociedad cerrada como la egipcia que está totalmente obsesionada con la muerte y otra abierta y obsesionada con la vida, como los griegos. Para asuntos de reflexividad, esto es el prejuicio predominante, a favor de la muerte o a favor de la vida. En la primera no pasa nada por mil años y en la otra pasan cuatrocientas mil cosas por minuto. No es solo porque obsesionarte con la vida te da más ganas de hacer cosas, si no que te da más ganas de registrarlas cuando pasan. Entonces no es que en Egipto ocurre 0 y en Grecia 100. Aún si ocurrieran 50-50, los griegos anotan 75 y los egipcios anotan 1. Anotan más cosas de las que pasan porque tienen varias interpretaciones de los mismos eventos y porque inventan otros.

Esto es la pelea entre Parménides y Heráclito, de que nada cambia nunca y todo está cambiando todo el tiempo. Pero esta no es la pelea entre las regulaciones y el libre mercado. Las dos están del lado de la muerte, dice Soros, porque los mercados son demasiado inestables y la regulación demasiado rígida. Sin embargo, agrega que el hecho de que ningún sistema sea perfecto no constituye un argumento válido en contra de intentar perfeccionarlo. 

Lo que pasa con los reguladores es que suelen olvidarse que ellos mismos son parte del sistema que están regulando. Como el resto de los agentes en el sistema, su entendimiento es inherentemente imperfecto y sus acciones tienen consecuencias involuntarias. La relación de los reguladores con la economía también es reflexiva, y también exhibe características cíclicas en el sentido de que tiende a oscilar entre un extremo y otro. De manera tentativa, Soros conecta este ciclo regulatorio con el ciclo de expansión del crédito (no de la expansión del dinero), de tal manera que el mínimo de regulaciones tiende a coincidir con el máximo de expansión crediticia. Esta es una de esas reglas que se cumplen hasta que no, pero lo importante es que dentro de esta coincidencia cronológica es la interacción constante entre los dos ciclos que influencia la forma y la duración de ambos. El patrón que forman oscila entre parecerse prolijamente al que siguen las estrellas de un sistema solar binario y la mismísima concha de la lora.


La conclusión es que no hay que pensar que las propiedades de un fenómeno social están siempre definidas. En vez de eso, sus propiedades son solamente la forma en que una cosa afecta a otra cosa. Así, cada elemento literalmente no tiene propiedades (ni siquiera una ubicación en el tiempo y el espacio) hasta que no afecta a otra cosa. Esto nos dice que la economía no es un concurso de objetos en el espacio, pero tampoco es una serie heterogénea de actos independientes como fucking Tlön. La economía es una red de interacciones.

(1)  Source: trust me bro.
(2)  Hasta donde sabemos. I, for one, welcome the volcano-choclo alliance.

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