Los poetas del estrés y los poetas cansados

El estrés sugiere estar sometido a una presión constante, de baja o alta intensidad pero siempre imposible de aliviar. Son herederos de los poetas de la tierra, en el sentido que si un poema atacaba a un poeta de la tierra mientras trabajaba en el campo o conversaba con los campesinos, este poeta podía salir corriendo a escribirlo, activando todos los mecanismos naturales que producen el alivio del estrés. La inspiración nos hace segregar epinefrina y acumular glucocorticoides en sangre y la espiración hace liberar norepinefrina que medio que nos va relajando. Los chinos le decían ciclo del Chi a todo esto y en Dragon Ball es el Ki, que es lo que sube por encima de nueve mil y todo explota. Sapolsky dice algo parecido en “Why Zebras Don’t Get Ulcers, Fourth Edition”, entendiéndose por cebras a los poetas de la tierra, famosos evasores de las úlceras y Fourth Edition porque en las otras tres se entiende otra cosa. Sapolski se pasó treinta años de su vida mirando poetas de la tierra, viendo como socializaban, como se acicalaban, como formaban sus jerarquías, las distintas maneras en que sus madres cuidaban a sus chicos y así. En todos esos años nunca vio a un poeta de la tierra con úlceras. Los poetas estresados, en cambio, son todo úlceras. Al no poder correr a escribir sus poemas salvo metafóricamente, lo que les pasa es que acumulan glucocorticoides en sangre como una nación que espera una guerra acumula tanques y bombas y cuando la guerra, la loca carrera hacia la poesía, finalmente no se produce nunca, hay una guerra civil. Que tanto en la realidad como en la alegoría esta que estamos armando es algo muy malo. Te morís. Y sin embargo el credo de los poetas del estrés es que la amenaza es más poderosa que su ejecución.

Eso es porque la destrucción históricamente estuvo asociada con los poetas malditos, que se drogaban hasta el culo para hacer las cosas que hacían. A los poetas malditos, siendo nocturnos, no les gustaban las luces fuertes. Los ponían nerviosos. En uno de sus experimentos, Verlaine había puesto a Rimbaud en una jaula iluminada en todas partes excepto en algunos rincones oscuros, que es dónde Rimbaud iba a refugiarse. Pero Rimbaud tenía mucha manija y en el centro de la jaula, donde la luz era más brillante, Verlaine puso un montoncito de droga. Rimbaud, nervioso, iba hacia ella y volvía a la oscuridad, una y otra vez, tratando de encontrar una forma de llegar a la droga sin tener que pasar por la luz. Era imposible. Si aquello duraba demasiado, Rimbaud se rendía y se quedaba ahí tirado, deprimido en alguno de los rincones oscuros.

Pero en la poesía las influencias se cruzan. Hace no mucho Scott Alexander posteó una nota donde se preguntaba porque los edificios ahora son más feos que antes, y porque los arquitectos no construyen edificios más lindos. Empieza hablando de una teoría conspirativa que hay que hubo un cataclismo que destruyó la civilización que era capaz de hacer grandes obras de belleza, y vivimos en una versión degenerada de esa civilización. Claramente dice que eso no tiene sentido, y después trata de buscar explicaciones económicas, a ver si esta decadencia tiene que ver con el costo creciente de la mano de obra calificada o con el costo o la disponibilidad de los materiales. Después mira los códigos municipales de construcción y toda una suerte de explicaciones que no van a ningún lado. Lo que pasa en realidad es que si todo el mundo está haciendo el tipo de edificio X, vos arquitecto joven e innovador empezás a ver los problemas inherentes a ese tipo de estructuras. ¿Cuántas familias podrían vivir adentro de aquella catedral? O las lindas casitas de los campesinos no tienen ni luz ni circulación de aire, vamos a hacer un edificio que cumpla todas estas carencias, por más que el resultado sea visualmente insulso, su estética va a provenir de la funcionalidad. Levinas decía que las cosas están desnudas (como metáfora) solo cuando no tienen adornos (paredes peladas, paisajes chatos). No tienen necesidad de adornos cuando están absorbidas por el cumplimiento de la función para la que están hechas: cuando están subordinadas a su finalidad tan radicalmente que desaparecen en ella. Desaparecen bajo su forma. La percepción de las cosas individuales es el hecho de que no están enteramente absorbidas en su forma. Y ahora que tenemos todos edificios funcionales, mataríamos a nuestra madre para que en la entrada del edificio nos reciban unas gárgolas locas al pedo o unos frisos que conmemoren la victoria de Messi sobre los filisteos. 

Mientras que lo que produce la innovación técnica es el ingenio táctico ante nuevos problemas, la innovación artística procede del hartazgo: hincharse las pelotas de lo que hace todo el mundo, y salir a hacer explícitamente lo que haga nadie. Si todos se drogan, yo no me drogo. Si están todos caretas, yo me mando hasta las pastillas de naftalina. Sevielli Tartakower decía que táctica es saber qué hacer cuando hay algo que hacer y estrategia el saber que hacer cuando no hay nada que hacer. Para un artista generalmente no hay nada que hacer, y entonces tiene que pensar como un estratega. Si usted algún día se encuentra en la poco envidiable posición de tener que comandar un ejército lleno de artistas, acuérdese de eso y ponga todos los que pueda en roles estratégicos. ¿Cuáles son los objetivos y porque los queremos? Para cumplir esos objetivos, a nivel operativo y a nivel táctico digamos, después ponga un ingeniero o un orco con un hacha, si los hubiese.

Al poeta del cansancio todo esto le da mucha fiaca. Su ancestro el poeta maldito vivía en una sociedad igual de decadente, donde ya estaba todo hecho y todo el mundo estaba muy seguro de todo y que lo que faltaba era limar algunas asperezas. Entonces se volvía él mismo una aspereza para ver quien era el guapo que lo venía a limar. Nadie, pero porque a nadie le importaba mucho. Y eso porque un poeta maldito es más bien todo lo contrario a un inmortal, debido a pacer como una rata en los lugares más insalubres y tuberculosos. Es una aspereza que se lima sola. Y mientras que el poeta del estrés se droga para tratar infructuosamente ese estrés, al poeta del cansancio le da fiaca. Hay que conseguir de alguna forma la plata para la droga, conseguir alguien que se la venda, evadir a las autoridades, encontrar un lugarcito para consumirla, después hay que ver que efectos secundarios tiene, como lidiar con las repercusiones que la drogadicción tiene en la vida diurna que permite renovar el ciclo. Uuughhhhhhhhh, mejor morirse de una. 

Ojo que cansado no quiere decir abúlico. No es que la fiaca va siempre acompañada de la inacción. Está toda esa doctrina del Wu Wei, de hacer lo imposible para no tener que hacer nada. Sufrir durante años inventando la computación y la robótica y la inteligencia artificial general para que la que vaya a laburar sea una máquina que ha sometido completamente el músculo y la mente humana. El poeta del cansancio escribe y escribe, miles y miles de páginas donde lo que le pasa es que se la ve venir. Te cuenta la historia de las vanguardias y que toda vanguardia es reabsorbida por la matrix y despojada de su sentido original. Al artista que se levantó contra los museos es el que mayor probabilidad tenemos de encontrar después en los museos, tal como el rey que iba a gobernar para siempre y el arma que iba a ser la definitiva. Bien. El poeta del cansancio sabe simultaneamente que no hay nada nuevo bajo el sol y que a la novedad no le importa y siempre aparece algo nuevo igual. Que la reacción será progresista y que el progreso será reaccionario. Todo esto está en el tema de la máscara. Ay no, dice usted. No la máscara. Sí, la máscara. Tá que te parió. La opinión acerca de la máscara predice para que lado pateás, si te da fiaca ponertela y o si no sabes cual ponerte. Semióticos de poderosos bigotes han dicho ya que no se puede NO mandar mensajes, aunque a uno le de fiaca escribir y al final no escriba nada. La acción no expresa. Tiene significado, pero nos lleva al agente en su ausencia. Aproximar a alguien a través de su obra es entrar en su interioridad forzando la cerradura, el otro es sorprendido en su intimidad, donde, como los personajes de la historia, va a ser seguramente expuesto, pero no puede expresarse a sí mismo. Las obras significan a su autor, pero indirectamente, en la tercera persona. ¿Y por qué el fondo el poeta del estrés y el poeta del cansancio no son la misma persona hiper educada, tanto que es consciente de su ignorancia cabal? Si el camino a saberlo todo y a saber nada llegan al mismo lugar, que no es la trascendencia. La trascendencia es el fin último número cuatro de la poesía. Es decir, exterioridad metafísica por sobre distinción entre teoría y práctica. El deseo metafísico no puede ser satisfecho, desea más allá de todo lo que es capaz de simplemente completarlo. El deseo es absoluto si el ser que lo desea es mortal y lo deseado es invisible. Es decir, que la idea es inadecuable con la cosa, y el deseo no precipita una consumición, un ritual o (como dice Levinas) una caricia. La poesía ahí consiste en saber que la poesía está en peligro.

Entonces el poeta del estrés y el poeta del cansancio no constituyen una correlación simple, que podría ser reversible. La reversibilidad de una relación donde los términos son indistintamente leídos de derecha a izquierda o de izquierda a derecha acoplarían los términos Uno y Otro. Es decir, se completarían entre sí en un sistema visible desde afuera. Como este choclo de texto, por ejemplo. Cualquier trascendencia a partir de ahí sería reabsorbida dentro de la unidad del sistema, como cuando Buda se da cuenta que este mundo y el mundo trascendente resultan ser dos caras de la misma moneda y hace Uuughhhhhhhhh. Son dos elementos que no se pueden medir/mirar/leer al mismo tiempo, porque poder hacer eso quiere decir encontrarles una relación. “Cuando a hizo x, b hizo z”. 

La interioridad de un poema instituye un orden diferente al tiempo histórico en el cual la totalidad es constituida, un orden donde todo está pendiente, donde lo que ya no es posible históricamente permanece siempre posible. Posible, pero no probable.

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