Un huevo

En el país de la gente huevo, la gallina puso un humano. Horacio Huevo y Liliana Huevo lo metieron en un frasco y cobraban a los otros huevos para verlo. Les llamaba mucho la atención: su cáscara era blanda y no debía tener ni yema ni clara. Lo raro, pensaron Horacio Huevo y Liliana Huevo, era que no sabían lo que esperaban ellos que saliera de la gallina que no fuera un humano. ¿Qué ponen normalmente las gallinas en el país de la gente huevo? Querían saber ellos, que eran científicos de la Universidad Huevo. Esa Universidad no era muy prestigiosa porque, como bien se sabe, los huevos no conocen muchas cosas sobre ellos mismos y el mundo en el que viven, separados como están de todo eso por las duras cáscaras que tienen. El secreto que descubrieron Horacio Huevo y Liliana Huevo, era que esas cáscaras tenían miles de diminutos poros, y con el aparato adecuado se podía ver a través. Y quizás entonces remediar su situación de ignorancia casi total.

Entonces Horacio Huevo y Liliana Huevo usaron el dinero que les produjo el humano que puso su gallina para viajar por el mundo recolectando aves de todos los tipos y tamaños, que luego usarían para sus experimentos. Tenían que viajar con mucho cuidado, ya que la gente común entraba en pánico al ver sus caras ovaladas y sin rasgos. Ni hablar del riesgo de ruptura. La medicina de la gente huevo no estaba lo suficientemente avanzada para reparar nada más grave que una breve fisura. Y esa solución era más bien precaria, ya que involucraba una curita. Es cierto que ellos llevaban muchas curitas en su bolso, pero también que las aves suelen picotear cuando quieren defenderse. Y que es muy difícil sacar curitas de tu bolso si éste contiene también docenas de aves capturadas de diferentes especies en plena pugna por escapar del mismo. Liliana Huevo sugirió que debían haber llevado dos bolsos en su viaje, y Horacio Huevo estuvo de acuerdo. Y estuvieron muy contentos, ya que solo con acuerdos de ese estilo la ciencia huevo sería capaz de avanzar.

Mientras tanto, en el país de la gente huevo los días pasaron y el humano en el frasco se iba muriendo de hambre y de sed. Una gotera en el techo de la casa huevo, ubicada exactamente sobre su frasco, lo salvó de esta última un día que llovió. La tapa tenía agujeritos para respirar y por ellos se filtraron algunas gotas de agua. Y cuando el humano hubo bebido y pudo pensar con más claridad, se le ocurrió que esos agujeritos representaban su única oportunidad de huir. Afortunadamente había salido de la gallina completamente vestido, y se le ocurrió que quizás podría pasar su cinturón por uno de los agujeritos, meterlo por otro y torcer hasta que la rosca de la tapa gire. Sacó la idea de un capítulo de MacGyver que había visto mientras aún vivía dentro de la gallina, en el que MacGyver pasaba uno cables por una raqueta de tenis para cerrar la tapa de un reactor nuclear que estaba a punto de estallar. O quizás no era un reactor, no estaba seguro porque no había buena señal adentro de la gallina que lo puso. 

Sin embargo, el humano no llegó a comprobar su teoría porque mientras trepaba por el costado del frasco para llegar a la tapa con agujeritos, se le resbalaron los pantalones y se cayó. Su caída desequilibró el frasco y el frasco se cayó de la mesa y reventó en el piso. El humano sangraba, cortado, y un agudo maullido le reveló la presencia del gato huevo mascota de Horacio Huevo y Liliana Huevo. Intuyó que sería devorado y sosteniéndose los pantalones corrió debajo de un maple que hacía las veces de sillón. Sin embargo, el gato huevo no tardó en encontrarlo. Alargaba la patita tratando de alcanzarlo y maullaba, como pidiéndole si por favor podía salir. 

Pero él no quería salir. El gato huevo tenía la cara ovalada y sin rasgos de sus amos, y al humano no le quedaba del todo claro exactamente cómo es que iba a tragárselo, pero tampoco ninguna duda de que definitivamente encontraría la forma de hacerlo. En eso se abrió la puerta de la casa huevo y entraron Horacio Huevo y Liliana Huevo cargando entre los dos el pesado bolso que contenía aves de todas partes del mundo. Ese fue el límite del bolso y de los científicos. Agotados de cargarlo desde los países de la gente común lo dejaron caer sobre el maple que hacía las veces de sillón y todas las aves se escaparon. Para el gato huevo pareció un festín y se olvidó del humano para perseguirlas. Eso hasta que una enorme gallina de Borneo confundió su cabeza con uno de sus huevos y se le sentó encima para empollarlo. Lo propio le pasó a Horacio Huevo y a Liliana Huevo, por parte de un avestruz y un casuario respectivamente. El resto de las aves, voladoras y corredoras por igual, se escaparon de la casa huevo por puertas y ventanas y cayeron sobre la gente huevo desprevenida para empollarles las cabezas. 

Mientras tanto, el humano que se escondía debajo del maple aplastado que había hecho las veces de sillón, terminaba de vendarse los cortes de vidrio usando las curitas salidas del bolso reventado y asomaba la cabeza a ver que estaba pasando. Se topó con representantes de las dieciocho variedades de pingüinos que existen en el mundo, que se habían quedado en la casa huevo porque no son aves voladoras ni particularmente corredoras.

El humano y los pingüinos se miraron en silencio por unos segundos. El pingüino Emperador dio un torpe pasito al frente e hizo lo que sea que hagan esos bichos por ruido. Crruaaaaaaac o algo así. El humano imitó el ruido lo mejor que pudo, que fue muy bien, y eso causó mucha conmoción entre los pingüinos. La alegría del humano duró poco, ya que muy pronto comprendió que el cruaaaaac se trataba de un desafío por el liderazgo y él había respondido que se plantaba en todas las de la ley antártida.

Entonces el pingüino Emperador lo persiguió chillando por toda la casa, forzandolo a saltar o pasar por debajo de las indiferentes aves que empollaban las cabezas de Horacio Huevo, Liliana Huevo y el gato huevo. Por fortuna, el pingüino Emperador es un animal más bien torpe, y no demasiado inteligente, y más que correr oscilaba hacia los costados y eventualmente hacia adelante. Con moderadamente poco tiempo que perder, al humano no le quedó más opción que pelear como mejor sabía: destruyendo el medio ambiente. Usando un torno y una palita que encontró por ahí, excavó un pozo de petróleo convencional en el living de la casa huevo. La presión del pozo hizo brotar un poderoso chorro negro que amplió por mucho el vergonzoso agujerito que había hecho el humano que había salido de la gallina, y como suele pasar en ocasiones así, el pingüino Emperador quedó empetrolado y por tanto fuera de combate.

El humano fue declarado vencedor y por tanto Emperador de los Pingüinos justo en el momento que eclosionaban las cabezas de Horacio Huevo, Liliana Huevo, el gato huevo y todo el resto de la gente huevo del país huevo, empollados por diversas aves. Así, Horacio Huevo y Liliana Huevo pasaron a ser solamente Horacio y Liliana, el gato huevo un gato, la gente huevo gente y todo el país de la gente huevo solamente un país. 

Bah, un país con petróleo, así que Estados Unidos invadió a la semana siguiente y derrocó a la tiranía del humano que había salido de la gallina y su ejército de diecisiete pingüinos de diversas especies. El pingüino Emperador fue desempetrolado y colocado como gobernante títere. La Ex-Universidad Huevo fue cerrada y transformada en un aviario que era muy difícil de mantener limpio y, habiéndose quedado sin trabajo ni soberanía, Horacio, Liliana y su gato, empezaron una guerrilla. 

Mientras tanto, la gallina que había puesto un humano puso otro, y ese humano creció para ser Albert Einstein, que pensaba el Universo es determinista. 

Que puede ser.