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Para entender una obra a veces es más útil considerar lo que le falta que lo que tiene. Uno, después de todo, solamente escribe sobre lo que le falta. Como decía Chesterton, cuando un cuerpo está hecho mierda es cuando empieza, por primera vez, a hablar de salud. Los organismos vigorosos no hablan de sus procesos, sino de sus objetivos. ¿Y qué le falta a esta obra, a su concepción del Unvierso? Le falta un otro que pueda considerar en plano de igualdad, porque todos los personajes son fragmentos del mismo personaje. Le falta escenografía, es decir un mundo exterior, porque todo ocurre adentro de una cabeza. Le falta una comunidad, porque la vida adentro de esa cabeza es un órden doméstico cerrado. Todo ocurre en un punto de luz, de media luz, le falta un lugar a dónde ir que no sea otra luz igual, quizás un poco más brillante pero en otra parte. Es decir el mismo lugar de donde vino, o una versión un poco más numerosa del mismo. Le falta orden, porque la estructura es fragmentaria. Le falta permanencia, porque no se sabe de donde viene ningún personaje ni se sabe a dónde va. Freud, los universos que no son éste, y la sustitución como metáfora son ideas literarias con pretensión de absoluto, pero demostrablemente incorrectas. Esto es porque la idea dominante es que la verdad cósmica es algo tan poco importante que nos chupa un huevo lo que cualquiera diga al respecto. En la época de Petrarca, una discusión sobre la verdad cósmica terminaba con alguien en la hoguera. Como una respuesta a la soledad, estamos volviendo a eso.